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jueves, septiembre 15, 2005

TOKYO TALES



El otro día me pidieron un artículo para el Fanzine de las XVII Xornadas de Banda Deseñada de Ourense sobre la figura de Lorenzo Gómez y lo único que conocía de este autor almeriense era El diario de Julián Pi, editado por Astiberri y que actualmente es una de las pequeñas joyitas de mi colección. El caso es que, como todo buen escritor (o al menos se intenta) que se precie empecé a buscar documentación sobre Lorenzo, adquiriendo un par de números de TOS y luego buscando en la red y fue ahí donde me di cuenta que también había publicado en Dos veces breve. De repente me acordé del número que amablemente me había regalado José Vicente Galadí desde su caseta de Ariadna Editorial en las últimas Viñetas desde o Atlántico de A Coruña. Como es lógico eche un vistazo y me di cuenta de que una de las historias más interesantes que traía el fanzine era del propio Lorenzo Gómez y que llevaba por titulo Tokyo Tales.
Supongo que para los que ya lleváis tiempo acercándoos por mi Blog sabréis que de vez en cuando me gusta comentar historias cortas, como el Dibujar o no de Alberto Breccia, Patricia de Jano o A veces creo que estoy loca de Peter Bagge, ya que en limitados espacios sabiamente usados pueden decir mucho más que un tomo de 200 páginas. Y este es el caso de Tokyo Tales.
Esta es una de las pocas historias de Lorenzo Gómez a color en la que narra como la razón de la atracción se encuentra en el discreto (o no tan discreto) encanto del defecto, exaltando las imperfecciones del individuo como rasgos diferenciadores sumamente seductores.
En ella una chica nos narra en seis viñetas su relación con El Ruchi, dentro de un espacio temporal indefinido, es decir, no se sabe cuanto tiempo lleva con el Ruchi pero que ya desde el principio lo encuentra diferente a todos los demás. Sorprendida al principio, sabrá encontrar el morbo en lo que antes le suponía enormes esfuerzos para no reírse.
Un breve canto al eterno juego del amor y la seducción pero, no desde un prisma idealista o de perfección a la que estamos tan habituados y responsable de la mayoría de nuestras decepciones, sino desde una óptica verdaderamente humana, imperfecta a través de la cual, si miramos bien, sabremos encontrar la verdadera pasión.
Publicado en el primer número de Dos veces Breve de 2002, Lorenzo nos sorprende con un estilo algo más brusco a los que estábamos habituados a su línea ondulante y aterciopelada de El diario de Julián Pi y sobre todo por el empleo del color, algo muy poco habitual en su breve pero siempre interesante comicografía.

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