LA SOMBRA DEL CUERVO
La sombra del cuervo, publicado en 1980 en España, bajo el sello de Tótem Comics como el cuarto número de la colección Vértigo, es una de las obras más primerizas del autor belga Didier Comés, de quien ya he comentado Eva en este mismo Blog. Antes de crear esta obra, en 1976, ya había publicado antes la obra larga, Ergün el errante, que giraba alrededor del tema de la brujería en un estilo bastante embrionario, para luego evolucionar lentamente en la obra que nos ocupa, hasta dar con el inquietante estilo que le caracterizara, con el cómic Silencio, publicado en 1979 en su país de origen.
Pero volviendo a La sombra del cuervo, esta es una obra breve, publicada en el semanario Tintín, que nos traslada al paisaje de las Ardenas, su tierra natal y nos sitúa temporalmente en el contexto de la primera Guerra Mundial. En ella, Goetz Von Berlichingen, un soldado alemán, vivirá una experiencia sobrenatural al sobrevivir a un bombardeo y perderse en un bosque donde se refugian tres mujeres de distintas edades (una niña, una mujer y una anciana) y un niño que toca la flauta. Invitado en la mansión de ellas, recordará en extraños sueños a su abuelo que vivió en el siglo XVI, a quien la mayor de las misteriosas féminas parece conocerle, presenciará una extraña obra de títeres sobre la muerte y observará como dos cuervos se disputan el destino de los soldados alemanes y franceses en una partida de ajedrez. Pero sobre todo participará en los tejemanejes del niño de la flauta sin saber que planea algo horrible. Solo al final se producirán las revelaciones acerca de quienes son realmente aquel misterioso cuarteto.
Comés sigue en la línea de los relatos inquietantes, esta vez con unos toques sobrenaturales, que nos transportan a través de las distintas caras de la muerte. No obstante, esta obra no es más estremecedora que Eva, debido a la planitud de su argumento y a un grafismo que seguramente hubiera funcionado mejor en blanco y negro, tal como lo diseño Comés originariamente.
Pero bueno, su argumento deja entrever una cierta inquietud, además de ir empezando a usar ciertos símbolos, como la lechuza que luego aparecerá en La Belette, y situar la acción en un ambiente rural, plagado de leyendas y meigallos. Estos símbolos y ambientes irán forjando a Comés como un autor silenciosamente turbador.
Gráficamente, asistimos a una etapa de evolución en su trazado, siendo esta más fina y pulcra, con un suave sombreado a base de esparcir pequeños palitos, usando ocasionalmente las grandes manchas perfiladas de tinta que lo caracterizarán en obras futuras. Es curioso comprobar como algunos dibujos están tratados de forma detallada y preciosista, lo que no hacen sino intentar ocultar una cierta tosquedad, presente sobre todo en las figuras de los niños. También empieza a utilizar un esquema fijo con algunas variaciones para las caras de los protagonistas, sobre todo las femeninas, a pesar de que las del protagonista y su abuelo son perfectamente diferenciables.
Mención aparte merece el color, ya que tengo el pleno convencimiento de que no es el original del autor sino aplicado con el objetivo equivocado de hacerla más atractiva para el publico, como ya sucede con la totalidad de las obras de Manara publicadas por Norma. Creo que ya dije alguna vez que prefiero las obras tal como fueron concebidas originalmente, sin aditivos de ningún tipo, como es el caso del coloreado americano sobre la obra de Akira, que maravilló a muchos pero que alteraba su concepción original de publicación en blanco y negro. En la obra de Comés esta aplicada con tintas planas y algunos errores cromáticos (¿sangre morada? ¿ojos naranjas?) y en un fuerte contraste con los sombreados y texturas originales. A mi juicio, esta obra funciona igual o mejor en su blanco y negro original.
Esta es una obra bastante apartada de lo que nos atrae y seduce de Comés, a pesar de contener ciertas notas de mortecino lirismo y un grafismo de trazado fino como la línea entre la vida y la muerte, pero que será interesante de leer para poder conocer la evolución de un autor poco conocido en nuestro país. Y si algún día hay planes de reeditar esta obra menor de Comés, espero que sea en su blanco y negro original.
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