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martes, febrero 08, 2005

CANTIGAS DE SANTA MARÍA



Pues ayer después de publicar el post sobre Snowhite, me he quedado reflexionando sobre el Arte Secuencial, un término acuñado por el maestro Will Eisner cuya definición ha sido ampliada por Scott McCloud. Para los que no se acuerden o no se van a molestar en ir un poquito más abajo para leer el post de Snowhite, os recuerdo dicha definición: "Ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada con el propósito de transmitir información y obtener una respuesta estética del lector". Luego me vino a la memoria un trabajo que había hecho para la facultad en mis tiempos mozos sobre la historia del Arte Secuencial o más bien, historia del cómic anterior al Yellow Kid de Outcault de 1896. Lo cierto es que la definición "cómic" se refiere exclusivamente al medio impreso, mientras que el Arte secuencial abarca un campo mucho más amplio. "Cómic" también incluye unas características más o menos determinadas como la caricaturización de los personajes o la inclusión de texto dentro de globos. Según definiciones más obsoletas, este género de publicaciones está destinado al consumo masivo y de entretenimiento, siendo impensable considerarlo como literatura y mucho menos como arte. Afortunadamente, hoy en día las cosas no son así y podemos hablar de un noveno arte, con un potencial propio capaz de competir con cualquiera de las otras ramas literarias y artísticas y que no tiene por que conllevar una caricaturización forzosa o inclusión de textos en bocadillos para ser considerado como tal.
Pero no nos andemos por las ramas. En otra ocasión debatiré sobre la fina frontera que separa el Cómic del Arte Secuencial y sobre el concepto actual de cómic. Lo que me gustaría es mostraros una especie de cómic medieval que estaba incluido en mi trabajo y que mantiene todos los rasgos propios de un cómic actual. Antes de nada os haré una breve descripción de la historia en cuestión. Esta ilustración o conjunto de ilustraciones pertenece a la Cantiga 74 de Las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, fechado entre 1221-1284 y dedicado a recoger los milagros realizados por intercesión de Santa María.
En estas seis viñetas se nos describe como Santa María obra el milagro del pintor de frescos. En la primera viñeta se representan dos momentos distintos: por un lado aparece el pintor retratando una virgen con un niño de hermosa apariencia para luego plasmar en el lado opuesto una representación grotesca del diablo. En la segunda viñeta, una vez recogidos los bártulos, se aparece el verdadero diablo frente al pintor para quejarse de que lo ha representado bajo una apariencia nada deseable y le tienta a afear la virgen, cometido que rechaza gracias a la cristiana fe del pintor. Pasando a la siguiente viñeta, encontramos al mismo pintor, quizás en una nueva iglesia, encaramado en un nuevo andamio y procediendo a una nueva representación de la virgen bajo la mirada atenta de los que pasan por debajo. En la cuarta viñeta, el diablo, por despecho, echa abajo la estructura de madera sobre la que se apoya el pintor con la intención de que se pegue la ostia de su vida. Sin embargo, en la antepenúltima viñeta, por intercesión divina de Santa María, el pintor queda suspendido en el aire y no solo eso sino que tiene el tiempo suficiente para ultimar el retrato de su benefactora, ante el asombro de los numerosos testigos del milagro mientras el diablo se marcha con el rabo entre las piernas. Por último, se representa un oficio religioso en el lugar de los hechos para agradecer a Santa María su divina intervención y dar fe del milagro.
Dejando de lado el evidente trasfondo religioso, nos encontramos ante una obra que reúne todas las características para ser considerado un cómic. En primer lugar tenemos la tan cacareada yuxtaposición de imágenes en secuencia deliberada en la que, las seis ilustraciones están dispuestas a la manera de un cómic normal, es decir de izquierda a derecha y de arriba para abajo. Un detalle más. En los cómics actuales encontramos un margen de espacio entre viñeta y viñeta, tanto a los lados como por arriba o por debajo. Este requisito también se cumple en la cantiga, con la diferencia de que este espacio está decorado con numerosos motivos florales
Luego tenemos la recreación del personaje principal, cuyos rasgos se repiten en todas las viñetas lo que evidencia que el autor de estas pinturas quería que se reconociese al mismo personaje en cada una de ellas, pasando de ser una mera representación humana con atributos de pintor a ser un personaje que cobra vida y actúa a lo largo de la historia. También hemos de tener en cuenta como la ambientación cambia según el lugar en el que se desarrolla la historia. En las dos primeras viñetas, el lugar se repite evidenciando que se encuentran en el mismo lugar. A partir de la tercera viñeta, se indica claramente que se ha cambiado de lugar gracias a la transmutación de los ventanales a una bóveda, motivo que se repite en las tres viñetas siguientes. En la última viñeta se ha colocado una lámpara de aceite y un altar con una nueva imagen de la virgen lo que indica un lapso de tiempo más largo que las anteriores viñetas cuya secuencia se podría considerar de acción a acción. Esto nos hace ver un cierto dominio del tiempo narrativo.
Por último, el texto que narra el transcurrir de los acontecimientos aparece sobre cada una de las viñetas, recurso habitual en la mayoría de los cómics actuales para expresar una voz en off, como es el caso de nuestra cántiga.
Lo único que no se cumple es la inclusión de diálogos dentro de bocadillos ya que el invento del globo no se da hasta el Yellow Kid, al menos oficialmente, pues existen ejemplos muy similares a dichos globos anteriores a este. En otra ocasión os mostrare algún ejemplo.
En definitiva, unas ilustraciones que se dejan leer como si se tratase de un verdadero cómic.
Ahora que me doy cuenta… joder… Ahora que lo pienso… quizás me he excedido en mi propósito de comentar obras antiguas o difíciles de encontrar…
Abrazos y hasta la próxima rayada mental.

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