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domingo, noviembre 22, 2009

UNA DEDICATORIA, UNA RESEÑA. CAFÉ BUDAPEST



Aunque el asturiano Alfonso Zapico ya había debutado con La Guerra del profesor Bertenev (publicado en Francia) su segunda obra, Café Budapest, es su carta de presentación en el panorama nacional y creo que no ha podido destaparse de mejor manera, dentro de lo que se le pide a un debutante.

La historia arranca en el propio Budapest, en 1947 con Yechezkel Damjanich y su madre Shprintza viviendo en la miseria como consecuencia de la segunda guerra mundial y el hecho de ser judíos supervivientes. Sin embargo, se les presenta una oportunidad en forma de carta enviada por el tío del protagonista desde Palestina donde les ofrece cobijo y seguridad. Sin embargo, las cerriles convicciones religiosas de Shprintza chocan con las de su hermano Yosef, con un pasado comunista que parece haber abandonado...

En todo caso, el encuentro se produce tiempo después y acaban viviendo en una casa, bajo la cual se encuentra el Bar con el mismo nombre de la ciudad de la que escaparon. A partir de ahí Chaskel diminutivo de Yechezkel) conocerá la tolerancia racial y religiosa reinante gracias a la diversa afluencia que puebla el bar, ambiente al que su madre parece resistirse encerrándose en su cama.

Sin intención de contar detalladamente toda la historia diré que Chaskel también conocerá el amor a través de la musulmana Yaiza y compartirá su pasión por la música a través del padre de esta, además de participar de la euforia general por la creación del estado Israelí. Sin embargo también asistirá al declive de la armonía multicultural de la ciudad y su degeneración.

Lo más sorprendente de la historia que nos propone Zapico es la complejidad de sus coordenadas espacio-temporales, es decir, aborda sin miedo un tema, un lugar y una época para contarnos una intriga que, si no hubiese hilvanado bien, pudo haber caído en, simplemente, un intento, un quiero y no puedo. Pero este no es el caso, sino que reúne y dispone todos los elementos con una agradable habilidad narrativa, una buena documentación y acompañados de un amplio elenco de personajes que cumplen con sus funciones de representación de cada una de las partes del complejo entramado político-social de Palestina. En cuanto a su capacidad gráfica, aunque se aprecia cierta evolución, sigue una dinámica muy expresiva, al que solo se puede achacar cierta dosis de amable caricatura en los momentos más dramáticos.

Por lo general, un tipo que acaba de comenzar en esto del tebeo suele ser muy diferente a lo que nos ha ofrecido Zapico en su Café Budapest pues sus comienzos suelen ser vacilantes, llenos de dudas y errores, acompañados de un tono que indica que todavía no es un profesional, en el buen sentido de la palabra. Pero Zapico ha cogido el toro por los cuernos y nos ha ofrecido una novela gráfica que cumple todas las expectativas con sobrado talento y verdadera pasión por su creación.

Un autor del que más nos vale no perderlo de vista a partir de ahora.

Dedicatoria de Zapico

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