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martes, marzo 29, 2005

PYTHON TRIP



Una de las pocas iniciativas de sacar cómic serio en la década de los 80, ha sido la colección Papel vivo, de Ediciones de la Torre, quien se había dado cuenta del potencial del cómic, como reza la introducción: La historieta –El cómic- es un medio de comunicación donde se unen, en difícil síntesis, el arte de la imagen y el inmenso poder de representación de la palabra. El dibujo, la pintura, la narrativa, el lenguaje cinematográfico incluso, conforman un modo de expresión que, aunque ha sido utilizado como arte menor para menores, puede ser – ya lo esta siendo- un lenguaje hermoso e independiente con el que las personas nos comuniquemos las experiencias y los sentimientos más complejos.
Así, sus primeros números recogián trabajos de Carlos Gimenez como España Una, Grande y Libre, Paracuellos, Barrio, Hom y Koolau el leproso, antes de ser recuperadas por Glenat, entre otras obras de autores sumamente interesantes como Alfonso Font (Géminis), Adolfo Usero (Dossier 78) y Ventura & Nieto (¡Es que van como locos!) Sin embargo, una de las obras menos conocidas de esta colección y de las más vistas en los mercadillos de segunda mano es Python Trip, con guión de Andreu Martín y dibujos de Mariel Soria, dúo conocido por dar vida a la liberal, que no libertina, Mamen, personaje habitual de El Jueves. Actualmente los guiones de Mamen corren a cargo de Manel Barceló sin alcanzar las estupendas cotas conseguidas en la serie Contactos, serie de donde salió Mamen.
Pero volviendo al cómic en cuestión, editado en el año 1981, es un cuelgue de una mezcla de mescalina y morfina. En principio insertada dentro del género policiaco, la historia va derivando hacia un delirio psicotrópico. La historia comienza con la aparición de un cadáver y desaparición de Bronski, un traficante con problemas psicológicos. De este modo, la policía interroga a Delclos, psiquiatra que sometía a tratamiento a Bronski sin obtener demasiados resultados. Sin embargo, la curiosidad por el paradero de Bronski pica a Delclos sin saber que la curiosidad mató al gato. Se pone en contacto con Garvak, lider de una secta religiosa, los Hagiosofós que se dedican al estudio de la vida de los santos y la manera en que estos trascienden las fronteras terrenales para obrar milagros. Y es precisamente lo que la secta tratara de conseguir a través de la administración de drogas y sacrificios humanos. Una de las futuras victimas, la hermosa Patrice, acudirá en pos de Delclos para que le ayude a escapar de ella ya que a pesar de ser físicamente libre no lo esta espiritualmente ya que siente la necesidad de volver a por la droga que la mantiene prisionera. Finalmente, Delclos es capturado y drogado, experimentando terribles alucinaciones y al mismo tiempo, poseyendo una extremada lucidez que le pondrá sobre la pista de Bronski.
Este es el argumento más o menos resumido, en el que Andreu Martín nos ofrece un planteamiento simple y un desenlace no demasiado complicado. En definitiva, una historia lo suficientemente entretenida para pasar un buen rato. En el aspecto gráfico, Mariel es poseedora de un estilo que todavía no acaba de definirse, ya que pasa de un delicado puntillismo a un agresivo rayado o unas armoniosas líneas al estilo Moebius, de un correcto realismo a una exagerada deformación de los atributos, todo ello al servicio de crear diferentes sensaciones pero que no dan sensacion de ser un trabajo homogéneo.
No obstante, esta es una historia que se deja leer y cumple el cometido de entretener y contarnos una historia de suspense. Pero sobre todo lo encontraremos interesante para apreciar la evolución de una de las más interesantes dibujantes de España.
Pero sobre todo es una gota de historia en la compleja trayectoria del cómic español por su relación con la revista Troya: Cuadernos Mensuales del Colectivo de la Historieta (antes llamada Trocha, cambiándose el nombre a partir del tercer número) y cuya publicación desde el año 1977 y sus escasos 8 números supusieron una valerosa intromisión en un mercado dominado por Bruguera, que por aquel momento estaba en decadencia y por su enfrentamiento hacia el poder establecido. En sus páginas pululaba un personaje llamado Delclos, dotado de voz por las palabras de Andreu Martín y animado por la pluma de Mariel Soria.

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