DIARIO AZUL
Esta es una historia de amor chic, como dirían los franceses. Publicada en 1994 en su país de origen, por la editorial Casterman y traída a España de mano de Norma Editorial (antes muerta que asequible), nos narra la historia de un triangulo amoroso entre Louise, Armand y Víctor. Triangulo que se produce de forma casual al parar el metro por una avería frente a un edificio, en donde una de sus ventanas sin cortinas enmarca la estampa de una chica recién salida de la ducha, lo que hará que surja un flechazo a uno de los usuarios del metro, Armand. Sin dudarlo va en su busca, para proponer una relación que es primeramente rechazada por la buena de Louise, originaria de Québec, sin entender la pasión que tienen los franceses, y aceptada más tarde por su insistencia.
El segundo encuentro tiene lugar en una sala de exposiciones, con Víctor. Sin embargo, este encuentro no es del todo casual como comprobaremos más adelante en el capítulo dedicado al diario, objeto que tendrá un peso importante en la historia.
Esta es una historia de rechazos y enfrentamientos, al estilo de las películas francesas en las que se toman todo con demasiada calma y de forma demasiado civilizada. Sin embargo, lo mejor está por llegar. No obstante, la historia es tan breve que me vais a permitir dejaros con las ganas de comprarlo.
El autor de esta breve pero rebuscada historia de amor es André Juillard, quien desempeña el cargo de guionista y dibujante. André es uno de los maestros del cómic histórico, como ya quedo sobradamente demostrado en Las 7 vidas del Gavilán (Norma) y Arno (Glénat), ambas ambientadas en la Francia del siglo XVII y la Venecia del XVIII, respectivamente y en la que contó con la colaboración de los guionistas Patrick Cothias y Jacques Martín. En esta ocasión, André cuelga las espadas y nos deleita con una historia intimista y personal, con toques amargos, estructurados en tres capítulos y un epílogo, como los tres protagonistas del triangulo y uno más que esta por venir. Resulta especialmente poético y evocador, dentro de estos tres, el cápitulo dedicalo a la lectura del diario. Con una disposición eminentemente clásica de las viñetas, nos va desmadejando la historia de forma clara y fluida en la que, gráficamente se desenvuelve con un estilo realista y elegante, discípulo e la línea clara belga, al que se le puede achacar un solo fallo: las féminas. Cuando los personajes masculinos son perfectamente diferenciables, yo me he confundido en más de una ocasión a la protagonista con una secundaria, y no es su hermana. Este trabajo se complementa con una delicada gama de colores pastel que armonizan a la perfección con el tono de la obra.
Sin embargo, esta no es una traba para dejarnos seducir por la tranquila armonía que impregna esta obra. Sin ser una obra maestra, es un cómic que se deja leer con la satisfacción final de haber leído una obra inteligente.
Premiada en 1996 por la revista alemana especializada en cómics, Comic Speedline, como la Obra Speedy del año.
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