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viernes, marzo 18, 2005

BEN KATCHOR



Ben Katchor pertenece a la segunda generación del underground americano, es un ejemplo de cómo un genial autor es desconocido por la mayoría del público, y hasta que no recibe la bendición de uno de los grandes del cómic, nadie se atrevía a reconocer su genialidad.
Ben Katchor tuvo un humilde comienzo como impresor, trabajo en el que introducía de vez en cuando trabajitos suyos dentro de revistas o folletos de tiradas infímas, hasta que el gran Art Spiegelman, el idolatrado autor de Maus, topó con una de estas publicaciones, descubriendo a Katchor para luego dedicarle unas líneas desde el New Yorker, en el que lo describe como un Proust de dos brazos. Gracias a ello lo lanzó a una modesta fama de autor underground que ha ido creciendo paulatinamente. El debut de este autor nacido en un barrio de Brooklyn, se produjo en 1991 por recomendación de Art Spiegelman para The New York Press, entidad que publicó la primera entrega de Julius Knipl, Real State Photographer.
Julius Knipl, Real State Photographer, es una serie atípica, con historias autoconclusivas dedicadas a retratar las miserias de la vida en la gran ciudad bajo una óptica surrealista. Negocios absurdos pueblan las calles por donde pasea Julius Knipl, como una sala para morderse las uñas, un kiosco de champagne con sabor a coco, una cafetería donde el café sale por una canilla en la pared, etc… Cuestiones realmente extrañas, como el hecho de preguntarse porque los restaurantes dejan las cajas registradoras abiertas cuando cierran, creencias de que las monedas de un centavo concentran gérmenes, discusiones alrededor de las propiedades curativas del Alka Seltzer… Un ambiente extraño pero impregnado de una sorprendente cotidianeidad y una apabullante nostalgia. Un trabajo realizado por el mero placer de la decadencia. Esta obra ya va por su cuarto álbum, diseñados por Art Spiegelman.



Otro de sus trabajos más interesantes es The jewish of New York, una rara nóvela gráfica basada en la vida de Mordecai Noah, un personaje real que fundó una colonia utópica en la Nueva York de 1830, con un argumento deliciosamente demente en el que se asegura que los aborígenes americanos son la tribu perdida de Israel, entre otras exquisiteces.
Para hacerse una idea de su locura cotidiana basta decir que una de sus mayores pasiones es leer guías telefónicas de los años 60, ya que, según sus propias palabras contienen una increíble poesía del mundo material, y que cuya mayor influencia estética son los manuales de instrucciones de electrodomésticos y catálogos de tiendas.
¿Algún editor se anima?

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