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lunes, marzo 07, 2005

EL PROLONGADO SUEÑO DEL SR. T.



El autor Max ha sido y será uno de los preferidos de mi infancia después de hojear de forma clandestina y en un afán de descubrimientos carnales, las páginas de Peter Pank en El Víbora, cuyo nombre evocaba lo más oscuro del pecado y principal fuente de nuestros temores religiosos. Páginas de cierto voltaje erótico que yo y mis amigos devorábamos entre el morbo y la curiosidad. Luego más tarde mi interés por Max se desvió al semanario infantil de El País, o sea El Pequeño País, revista que me proporcionaba mi prima segunda todas las semanas y que tengo almacenado como un tesoro. En el se público la fantástica aventura de La biblioteca de Turpin, en el que dos chavales se aventuraban a través de los clásicos de la literatura gracias a una suerte de máquina fabricada por el propio Turpin, que funcionaba con una tinta especial impresa en el libro en cuestión e introducida en dicha máquina junto con los viajeros. A razón de dos páginas semanales, encontraba en sus mágicas aventuras una fuente de inspiración y un estilo que, en aquel momento y para mi, era totalmente innovador.
Es por ello que algunos títulos de Max estén entre lo más selecto de mi biblioteca y uno de ellos es El prolongado sueño del Sr. T.
Serializado primero en la revista de El Víbora, (la cual, por cierto, recientemente ha llegado a su último numero tras 25 años dando guerra) y recopilada luego en forma de novela gráfica como el número doce de la colección Todo Max, y obteniendo el premio al mejor guión en el Saló del cómic de Barcelona de 1998, es la más personal e intimista de sus obras en la que entramos dentro de un sueño comatoso impregnado de un sereno surrealismo, donde el protagonista, Cristóbal T., se enfrenta a sus miedos y temores. Un sueño en donde su subconsciente se materializa en los personajes de Su, Sara y Scallywax, como su lado sabio, su lado femenino y su lado oscuro. Esta trinidad se encargará de guiar a Cristóbal a través de su psique en medio del desconcierto y la irrealidad, una irrealidad propia del mundo de los sueños en el que se mueve a sus anchas. Atención a las semejanzas fóneticas de Scallywax repartidas por el tebeo.
Estructurado en un sueño dentro el cual se desarrollan otros tres (los de Su, Sara y Scallywax) al final invita a la reflexión de cómo nos imponemos nuestras ataduras en prejuicio de nuestros deseos y como nuestro subconsciente lucha por romper las cadenas que nos hemos impuesto.
Gráficamente es menos pulcro que sus restantes obras, con una línea desmadejada y áspera, con toques vangohgianos en algunos casos y de cartoon en otros, pero que expresa a la perfección un desconcierto onírico naturalista, de la misma forma que asumimos que podemos pasar de estar en una sala de espera a los asientos de un tren como si tal cosa, al menos en nuestros sueños.
Este es un cómic para soñar con nosotros mismos.

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