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jueves, enero 19, 2006

ZOO. LAS AVENTURAS DE TRISTÁN KARMA



Del autor barcelonés José María Beroy ya tuviera un gratísimo recuerdo de infancia cuando se comenzó a serializar en las páginas de El Pequeño país las aventuras de un trío de pequeños investigadores en un pueblo costero de Cataluña, reunidas bajo el título de Detectives Audaces. Estas aventuras publicadas entre los años 1993 y 1994 (excluyendo sagas posteriores) supusieron para mí, en aquel momento, lo más de lo más en cuanto a nivel gráfico con sus perspectivas imposibles, la expresiva gestualidad de los personajes, su vertiginoso dinamismo y lo original del planteamiento argumental. Ahora con el paso de los años y la lectura de obras mayores, ha pasado a ser una correcta serie de la que guardo buenos recuerdos y que prometo comentar algún día en este Blog.
El caso es que, a raíz de la lectura, semana tras semana, de los Detectives audaces, el nombre de Beroy quedó grabado de forma permanente en mi memoria por si avistaba nuevas obras de este autor, encontrándolo, entre otros sitios, en forma de historietas cortas y sueltas por El Jueves y Cimoc, y la que comento aquí, Zoo. Las aventuras de Tristán Karma, es uno de mis descubrimientos… en una tienda de segunda mano.
Bajo este título se agrupan seis historias cortas con el nexo del mudo protagonista, Tristán, y su temática más o menos ecológica basada en la extinción o la evolución de los animales y su malsana relación con la humanidad. Unas seis historias que no destacan demasiado por no tener unas bases sólidas en las que fundamentar el porqué de las cosas. Al final da la impresión de que los acontecimientos y las causas que los originan se dan porque sí. Un argumento lleno de inflexiones interesantes pero bastante flojo en su conjunto y al final no nos proporciona sino una respuesta confusa y poco satisfactoria. Uno de estos casos en el que el guión empalidece a pesar de intentar disimularse con la poderosa fuerza de su dibujo.
Este álbum, publicado en 1990 por Norma Editorial dentro de la colección Pandora (18), resulta más interesante desde el punto de vista gráfico donde Beroy nos vuelve a deleitar con sus imágenes llenas de vida y movimiento y sus fabulosos encuadres, repletos de un sorprendente dominio del color aerógrafo sobre todo en el episodio del pájaro negro a pesar de que se entremezclan algunas imágenes ampliadas de forma informática que chirrían bastante dentro del conjunto. Si bien se observan pequeñas diferencias estilísticas en los diferentes episodios a raíz de su publicación en diferentes entregas de la revista Cimoc, la agrupación de estas historias supone un bonito recopilatorio de imágenes deleitantes sobre las que ir posando la vista.
Un libro habitual en rastrillos y tiendas de segunda mano debido, quizás, porque no se trata de una de las mejores obras de Beroy pero sí uno de los más atractivos al sentido de la vista.

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